Salimos a las diez y vamos al mercado dominical, que abarca dos mercados, el de ganado que se emplaza al sureste de la ciudad y otro general ubicado en los suburbios del noreste.
Es curioso ver como las viejas carretas van por la moderna autovía cuando nos dirigimos al mercado de ganado, los carros van por el arcén, que es muy amplio. El mercado es espectacular. Ellos van a la suya, hacen negocios y no se fijan
en los turistas que nos desvivimos por hacer fotos. El movimiento de animales y personas levanta polvo y le da al ambiente un aire irreal, entre neblinas. En medio de todo esto un equipo de rodaje está filmando una película de mucha acción que todavía le da más movimiento al mercado. No parecen gente del país y no me extrañaría que esas imágenes aparecieran en una película americana o europea. En este mercado sobretodo hay hombres, prueban los caballos al galope y las carretas a todo trote levantando polvaredas a su paso. Hacen tratos, compran, venden, se afeitan, comen sandia, todo un espectáculo.

Después Alí nos lleva al mercado de los domingos que hay en los suburbios del noroeste de la ciudad y allí hay de todo un poco. Es muy grande, hay una zona muy “turistizada”, pero después encontramos muchos rincones con tenderetes locales para la gente del país. Al parecer hay puestos fijos, que están todos los días y luego otros ambulantes que se montan solo los domingos. Se
ha de regatear bastante, te piden cifras astronómicas, pero puedes bajar muy abajo. Ahí dejamos al guía y vamos a comer a un chiringuito, tomamos unos deliciosos tallarines y un té. El local no tiene desperdicio, pero no sacamos nuestras cámaras, por respeto y por disfrutar del hecho de sentirnos inmersos en su cultura. Nos cobran 7 yuanes, alrededor de un dólar, por la comida.
Después de comer, seguimos perdiéndonos por el mercado. Finalmente, Manu se compra una pandereta, ambos nos compramos unos relojes musulmanes que nos despertarán con el toque del almuecín. Compro ropa uzbeca para hacerme un mantel y un par de salvamanteles de madera.
Al salir del mercado nos sentamos un rato en un restaurante local y tomamos un té, nos cobran solo un yuan. Nos encontramos cerca de la ciudad vieja y volvemos por la misma calle de ayer, menos concurrida pero igualmente interesante, hasta la plaza de la Mezquita Id Kah y de allí hasta una calle ancha donde cogemos el nueve.
En el hotel nos quedamos una hora en Internet y después vamos a cenar a un “bareto” paquistaní que hay en frente, tomamos dal (lentejas) y una cervecita. Volvemos al hotel a las nueve y media y Alí nos lleva al aeropuerto para tomar el avión hacia Ürünqui. Hacemos los trámites, Alí solo tiene las fotocopias de los billetes y cuando nos da las cartas de embarque se queda las fotocopias porque dice que tiene que darlas a la agencia. Le damos una propina y se va. Cuando
llegamos al control de pasaportes no nos dejan pasar y dicen que sin los billetes no podemos volar. Menos mal que Paloma y las chicas tienen el móvil de Alí, que se lo han quedado por si acaso. Lo llama el policía y Alí tiene que volver con las fotocopias de los billetes que finalmente son suficientes para que pasemos el control. Respiramos profundamente, una nueva traba superada.
